Manifestaciones y reflexiones que expresan los pensamientos y sentimientos de un poeta Colombiano a través de composiciones en verso.

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Lúgubre Amanecer

En una madrugada fría y tétrica
deambulaba venturoso
por las desoladas calles de mi pueblo,
de repente creí escuchar un tenue sonido
como si dama alguna sollozara de placer,
más opté por proseguir el camino al suponer
que solo se trataba de una impertinente mujer.

Era diciembre, lo recuerdo con cierta dificultad,
fueron tiempos difíciles pues no hallaba saciedad,
solo bebía licor, único amigo sin alguna predilección.
Al instante sentí un repentino sentimiento de terror
una voz incierta pronunció mi nombre y a lo lejos
una extraña silueta se reflejó en un tétrico rincón.

Mi atención estaba sujeta a aquella sombra,
suspiré con cierto miedo al sentir gran pavor
aquella voz, tenue y susurrante clamó:
—Venid a mí, pérfido corazón— 
Callé, simplemente callé… nada más.
¡Cómo responder a tal hecho sobrenatural!

Con prisa caminé vertiginoso sin mirar atrás,
entonces una mujer de rostro macilento
surgió entre sombras y fijamente me observó,
sin movimiento alguno enmudecí y nada más
una lúgubre sonrisa emergió de sus labios,
y solo un atónito mutismo sepulcral fue respuesta
a aquel hecho que hasta hoy no he podido olvidar.

Debo confesar que aquella noche sentí temor
pues nunca ante mis ojos contemplasen mujer
que concibiera en mí algo diferente a placer.
Ella o eso, la verdad no sé… se acercó
hasta quedar en frente a mi cuerpo petrificado,
aquella extraña mujer solo miraba sin parpadear.
Pensé que la luz del día no volvería a ver jamás.
Entonces de sus ojos gotas de sangre emanaron
con una desagradable pestilencia putrefacta,
y vi cómo sus labios movía sin producir sonido
y pensé —¡Dios mío, Dios mío!—
Para continuar con mi mal, mojé mis pantalones
y de repente grité —¡aléjate engendro del mal!—
Solo anhelaba despertar a tan cruel realidad.

Sus ojos se secaron de tanta sangre verter,
sus labios pálidos y el cabello cada vez más gris,
intenté dejarme caer al piso para calmar mi mal,
sus manos sujetaron de inmediato mi torso
—infausto ser, decidme lo que deseas de mí—
Un grito aturdidor salió de aquella mujer, 
y desfallecí, felizmente no resistí más aquel ser.

Una fuerte luz irradió mi rostro la mañana siguiente,
en mi mano yacía una antigua y estropeada gargantilla,
era de la mujer que había asesinado dos años atrás.
Grite: —¿Por qué me atormentas desalmado espanto? —
después de esto noté que había dejado en mí
el único objeto perdido que jamás fue hallado,
castigando con su obsequio a un criminal jamás condenado.

Quedé inanimado, luctuoso y totalmente abrumado,
dejó en mí un recuerdo que atormentara mi alma:
su mirada, esa tétrica mirada jamás será olvidada,
sus labios endemoniados me siguen a todos lados.
Soy un afligido homicida que nunca fue juzgado,
una triste escoria que firma este lúgubre relato...
pocos minutos antes de dejar este mundo perturbado.








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